La albaida (en otros sitios llamada también boja y boja albaida)
es una planta muy común y por ello tal vez menos apreciada. Sin embargo cuando
está en floración es realmente vistosa y bonita con su multitud de flores
amarillas agrupadas a modo de espiga a lo largo de las numerosos tallos erectos
cubiertos de pelos cortos y vellosos que le dan un color ceniciento.
Habitualmente alcanza el metro de altura, pero las he visto que superaban los
dos metros. Las hojas son simples en la base con forma linear a elíptica, en
las partes altas trifoliadas, con los foliolos de oblongos a lanceolados siendo
el central mucho más grande. Las flores aparecen en grupos de 2 a 4 por bráctea
que suele ser más larga que las flores. El cáliz es pubescente, con forma de
tubo y dientes agudos. Se encuentra en matorrales termófilos abiertos, a veces
en taludes, preferentemente calcícola, también en yesos, más ocasionalmente en
esquistos y arenales costeros. Se distribuye por el Este y Sur de la Península
(más escasa en Cataluña), Baleares, Sur de Francia y Norte de Africa. Florece
de septiembre a julio. Es una planta que ha tenido múltiples usos: en la región
Valenciana parece ser que se con sus cenizas se hacía una pasta y se enviaba a
Burano para la fabricación de su cristal, posiblemente por su alto contenido en
sílice (comunicación personal de Antonio Vizcaíno Matarredona). En Murcia se ha
utilizado para "embojar" los gusanos de seda, es decir, poner ramas
de boja (albaida) alrededor de los zarzos donde se criaban los gusanos de seda
para que se subiesen a éllas y formasen ahí sus capullos. Se usa como
ornamental, como planta melifera y se ha usado en medicina popular contra el
asma y los resfriados, si bien hay que tomar precauciones ya que es una planta
tóxica.
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